Myanmar, mi primer viaje a Asia

29 abril 2014BLOG

Recuerdos que perduran

Mi primer contacto con Asia fue un viaje a Myanmar. No sabía, al subir las escaleras del avión y buscar mi asiento, que mi vida cambiaría para siempre. Que el equipaje que llevaba no era nada comparado con el equipaje que me traería conmigo.

Los recuerdos que se agolpan en mi memoria me hacen llegar flashes de la Pagoda de Shwedagon, limpia, brillante, dorada. Recuerdos de mi barca en el Lago Inle (“mi” barca será ya para siempre), recuerdos de las vistas de la roja muralla que rodea el Palacio de Mandalay…

Pero indeleble queda en mi piel la sensación de Bagan. Un templo, mil escalones, desiguales y pequeños, unos enormes, otros roídos por el tiempo y el uso. Un pensamiento “ya puede merecer la pena subir…” Y ante mis retinas surgió la panorámica que me ha acompañado siempre que cierro los ojos. La selva engullendo cientos de estupas y pagodas.
Me senté en el pequeño trozo de suelo que había. Y todavía hoy recuerdo el calor, y los sonidos, y los olores… En ese momento me sentí muy lejos de casa, pero a la vez, sentí que pertenecía a aquel lugar. Que esa visión, que todas las visiones, se habían quedado dentro y no abandonarían mi maleta.

Templos en Bagan, Myanmar

Regresé muchos años después. Mi vida desde entonces había dado la vuelta. Y al contemplar de nuevo el paisaje del que me apoderé, no pude evitar llorar. Llorar de alegría, llorar pensando en quién era y en quién soy. La mujer que había ido años antes había “cambiado sus muebles de sitio” y ahora, más completa, era capaz de ver el mismo lugar con la misma pasión.

En mi primer viaje hice amigos que aún hoy me acompañan en la vida. Y estoy segura de que nos une algo especial que sólo tiene explicación por las experiencias que vivimos en nuestro interior en aquel momento. Nos descubrimos a nosotros y nos reconocimos en nuestro compañero de viaje.

Myanmar siempre será mi país maravilloso, ese al que volvería mil veces. Y me veré reflejada en un paisaje de selva engullendo cientos de estupas y pagodas. Y seré mil mujeres distintas. Pero el paisaje me reconocerá y me aceptará de nuevo. Siempre.

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En aquel viaje hice amigos que aún hoy me acompañan…

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